Hoy es la primera vez que decido contar mi historia completa sobre el acoso porque, en mi opinión, el problema del acoso está muy subestimado.
Esto me pasó cuando era adulto, a los 19 años. Luego acabo de conseguir mi primer trabajo (donde, por cierto, trabajé durante casi 10 años...). El equipo era muy pequeño (4 personas conmigo) y masculino; yo era la única mujer. Todavía no me he graduado de la universidad; es inteligente, descarada, enérgica, con un deseo brutal de convertirse en una profesional en su campo, de aprender todo y aprender todo lo que pueda sobre su profesión. Nunca he tenido miedo de parecer estúpida y de hacer muchas preguntas si algo no estaba claro. Pero esto nunca antes me había llevado a acosarme; por el contrario, las «personas mayores» siempre me han percibido con cierta sorpresa y admiración. Y en este equipo, mis preguntas fueron motivo de burlas y meticulosas por parte de dos colegas. No se me ocurren ejemplos específicos en este momento, pero puedo decir con confianza que había presión moral e intimidación todos los días. Podrían enviarme a una tarea sin decirme qué hacer y cómo hacerlo. Al final, lo hice a mi manera, y luego mis colegas se rieron de mí. Me obligaron a volver a hacer la misma obra muchas veces sin explicar por qué, por qué y cómo; esto siempre iba acompañado de una discusión colectiva sobre mis «habilidades» y de comentarios elogiosos sobre lo que había hecho. Al principio, todas mis opiniones fueron consideradas erróneas y criticadas. Llegué al punto en que empecé a llorar justo en el lugar de trabajo. Silencio sin que nadie se dé cuenta...
Este acoso tenía una particularidad: solo ocurría cuando ambos compañeros estaban juntos. Cuando estaban separados y se quedaban cara a cara conmigo, la situación cambió; su actitud hacia mí fue educada e incluso amistosa.
Después de 3 meses en este circo, donde yo era el único payaso, le dije a mi jefe que no me habían contratado para trabajar como payaso y le pedí que influyera en la situación. Como resultado, mi jefe me dijo lo que podía, pero no intervino de ninguna manera. El acoso continuó. Y seguí defendiéndome. En un momento dado, esto se convirtió en un conflicto abierto entre uno de mis colegas y yo. Una persona sana abandonaría rápidamente un equipo tan enfermizo. Pero decidí que haría que mis colegas me respetaran y dejaran de burlarse de mí.
El resultado: después de 6 años, las relaciones con los colegas mejoraron, comenzaron a consultarme y a respetar mi opinión. Pero durante estos 6 años, perdí por completo la confianza en mis habilidades profesionales, comencé a dudar de cada decisión que tomaba y dejé de respetarme como especialista. No podía dar un solo paso sin consultar a alguien antes, y empecé a devaluarme a mí misma y a mi trabajo.